«Debíamos trabajar con una tecnología arcaica y una mano de obra local carente de especialización. Por otro lado, teníamos que intervenir un paisaje idílico, cuya abrumadora perfección tarde o temprano sería perturbada.» dicen Pezo y Von Ellrichshausen.
La resistencia del suelo obliga a confinar la operación en una pequeña pieza retirada del borde: una figura compacta que se deja sin escala ni referencias que suavizaran su dureza. Una vez establecida la posición del volumen, fue necesario elevar el suelo hasta recuperar al menos dos cosas: la sensación de un podio natural rodeado de nada y esa lectura morbosa y en primer plano del pie del acantilado, donde revienta el mar contra las rocas.
Se dividió el suelo interior en tres plataformas que se adaptan a la topografía natural. La triple altura de la plataforma más baja, orientada al noroeste, pretende contener la dimensión aérea del lugar; con toda su impresión de desprendimiento y gravedad.
«La casa debía alternar vacaciones con un centro cultural; con actividades de reunión, trabajo y galería de arte. Esto establecía una vocación contradictoria: el interior debía mediar entre una dimensión muy pública y otra más íntima e informal. Es decir, debía ser medio monumental y medio doméstico, sin que una calidad le pesara a la otra» mencionaron Pezo y Von Ellrichshausen.
Referencia:
http://www.archdaily.com/476/poli-house-pezo-von-ellrichshausen/
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